Antes y Después
Nos estamos acostumbrando a ver como se muestran los avances y conocimientos adquiridos con el paso de los años, esto es: a través del antes y después de una fotografía. Muchos son los ejemplos que podemos ver a diario a través de las redes sociales.
Se entiende que todo nace de una buena intención, o al menos de una intención de mostrar al mundo o a nuestro público lo mucho que cuesta el haber aprendido determinadas técnicas que sitúan a los profesionales en una posición de cierta ventaja tecnológica debida al esfuerzo y las ganas de aprender, por supuesto. No obstante estos ejemplos a veces pueden llevar a la confusión si tenemos en cuenta que los canales sociales no se reducen a un determinado público, como lo hace un grupo acotado (léase grupos secretos de Facebook, Foros, etc…). Las redes sociales son un escaparate fantástico para nuestros negocios y permiten dar una difusión a nuestro trabajo como jamás habíamos soñado, es un hecho. Pero del mismo modo que llegan nuestros mejores trabajos a nuestros clientes potenciales, pueden llegar los ejemplos antes citados del “Antes y Después“, se entiende y repite que hecho desde la mejor intención de dignificar y revalorizar el esfuerzo de muchos años de aprendizaje y mucho dinero invertido en jornadas de especialización para revalorizar la diferenciación sobre la competencia, deja sin embargo una pregunta dudosa flotar en el ambiente acerca de lo que pueda interpretar del mensaje un potencial cliente.
Si mostramos una fotografía de hace varios años comparada con una de hoy, comprobamos y hacemos valer nuestra evolución, hasta aqui bien (luego veremos los matices). Si comparamos una misma fotografía actual del Antes de retocar y Después de retocar, volvemos a hacer valer la adquisición de dichos conocimientos y tanto esfuerzo personal y económico ante nuestro público, en principio todo redunda en el beneficio de ambos lados del mensaje (emisor/receptor).
Todo esto está muy bien, pero quizá no se cae en la cuenta del posible efecto contrario y contraproducente de la percepción de un cliente tanto en el primer caso como el segundo. Al hacer la comparativa de una fotografía de hace 10 años con una de similares características hecha antes de ayer puede que le mandemos un mensaje poco halagador al cliente de hace 10 años que confió en nuestro trabajo ¿Somos muy buenos ahora y éramos regulares antes, quizá?. En el segundo caso… ¿Estamos diciendo que nuestras fotografías necesitan de Photoshop para poder mostrarse? Tampoco parece muy atractiva la idea.
En ambos casos -repito una vez más- el mensaje que se emite se entiende que se hace desde la mejor de las intenciones de hacer valer las enseñanzas, pretende marcar la diferencia sobre nuestra competencia acerca de nuestras capacidades creativas y visuales, claro está. Pero quizá nos debamos plantear el hecho de que nuestros clientes pocas veces (por no decir ninguna) nos pide saber como se ha hecho tal o tal fotografía, qué filtro se ha empleado, cuánto nos ha costado aprender lo que sabemos y desde luego si somos mejores que antes, como consumidores todos buscamos siempre el producto diferenciador de otro, al precio que estemos dispuestos a pagar por ello.
Hacer fotografías y venderlas ya es lo bastante difícil como para meterse en camisa de once varas, nuestro trabajo y su evolución, junto al buen criterio de nuestros clientes son suficientes argumentos a favor. Y si vamos a poner fotos del “Antes y Después de”, que sean como las de Grace Chon 😉
¡Feliz mes de Agosto!